El jueves 15 de junio volvimos a abrir las puertas de nuestra renovada sala de exhibiciones, en esta ocasión con una reinterpretación del fondo documental del maestro H. G. Olds (Sandusky, 1868 – Buenos Aires, 1943), para reflexionar acerca de los diferentes usos de la fotografía a través del retrato y de sus avances tecnológicos. Una excusa para repensar parte de nuestra historia visual en clave contemporánea.
Todos los sábados de 15 a 19 hasta el 30 de septiembre se podrá visitar esta exposición curada por Alfredo Srur y Ariel Authier, que contará además con la exhibición del mediometraje “Los Viajes de H.G. Olds”, film recientemente terminado que relata la vida y obra del norteamericano y los viajes de muchos de los documentos que conforman el archivo, uno de los más destacados de América Latina.
En Fundación CIFHA realizamos durante una década un trabajo de conservación y recuperación integral de este fondo fotográfico que adquirimos en cajones de frutas. Allí se guardaban cajas de polipropileno blancas llenas de polvo y tierra con cientos de placas de vidrio mal envueltas en sobres plásticos transparentes cubiertos de hongos: a través de su catalogación, digitalización, estudio e intervención artística hemos producido artículos de investigación, piezas fílmicas, exhibiciones y nuevas obras a partir de sus negativos originales. En esta puesta en valor han trabajado conservadores, archivistas, investigadores, curadores y digitalizadores para abordar la fotografía de manera interdisciplinaria; una tarea casi sin precedentes en nuestro país. Esta labor obtuvo el segundo premio en la categoría material del Concurso de Patrimonio 2019 del Fondo Nacional de las Artes (FNA).
El archivo fotográfico de Olds permaneció durante tres décadas en la terraza de su último aprendiz, José Zupnik, sin cuidado alguno. Más de 1.000 negativos en gran formato que documentaron de manera magistral la Argentina pujante de principios del siglo XX y que se convirtieron en íconos visuales del país para el mundo, en pleno auge de la industria gráfica y la impresión fotomecánica.
Más de un siglo después, muchas de estas matrices fotográficas, trabajadas obsesivamente desde lo estético y lo técnico, han servido para reflexionar acerca del tiempo, el espacio y lo humano. A través de los negativos de Olds se nos permite observar con precisión cómo estaban construidos los souvenirs de un vendedor ambulante de Buenos Aires en su canasto a principios de 1900 o la cantidad de arrugas en la frente curtida del niño que ofrecía ajo y cebolla en la calle.
Olds se formó dentro del arte fotográfico como un fotógrafo de estudio. Con apenas 16 años fue aprendiz en el estudio de Willard A. Bishop en su ciudad natal del estado de Ohio, Estados Unidos, y sus primeras prácticas consistieron en retratos al colodión húmedo sobre metal (ferrotipo). Fue un rebelde y un aventurero. Un adelantado a su época que nunca se sintió comprendido en su país. En 1899 partió rumbo a Chile en un barco que tardaría dos meses en llegar, previo a su desembarco en Buenos Aires, un año después. En esta ciudad dejó de ser un técnico para transformarse en uno de los grandes retratistas de la Argentina.
Subido a la ola del extraordinario avance tecnológico de principios del siglo XX, Olds advirtió el nacimiento de una forma de comercializar fotografías: la industria gráfica y el boom de las impresiones fotomecánicas. Poseído por una energía latente desde hacía muchos años, empezó a confeccionar su propio banco de imágenes, una de las colecciones de vistas, costumbres y retratos más formidable de nuestra historia visual.
Así logró plasmar el progreso argentino de las primeras décadas del siglo pasado: los trabajadores, el campo y su maquinaria, las ciudades, los pueblos y sus monumentos. Las imágenes de Olds llegaron muy lejos, ilustraron los libros y las postales de nuestro país para el mundo: la Argentina fue conocida a través de los ojos, la cámara y la técnica de Olds, que nunca necesitó hablar bien castellano.
Mientras Christiano Junior llevaba al vendedor de manzanas —citando una imagen conocida— a su galería de pose, Olds lo fotografiaba enfrente de su casa. Su tarea fue un quiebre crucial en la fotografía argentina. Para tener una dimensión del valor de estas imágenes, cabe remarcar que estos retratos fueron realizados en negativos de vidrio 20 x 25 centímetros: el detalle que ofrecen en una digitalización en alta resolución es superior al de la mayoría de las cámaras digitales en la actualidad.
Sus fotografías son lo más parecido que existe a una máquina del tiempo, y parte de su impactante trabajo está reflejado en esta muestra. La cita es en Gral. Daniel Cerri 1101, La Boca, los sábados de 15 a 19, con entrada libre y gratuita.